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Relatos y comentarios sobre lo que acontece en la vida de esta bitacorera. | ![]() |
Dos destinosLa niña tiene nueve años y es tan ingeniosa como bella: sus inconfundibles ojos azules, que se tornaron verdes hace algunos veranos, paralizan a cualquiera que se cruza por su camino.En casa se ha acostumbrado a jugar sola. Cuando se entera de que va a tener un hermano, comienza a preparar laboriosamente la decoración de su habitación y a comprar la ropita junto con mamá. Cose cuadros con alegres motivos infantiles, pinta a la perfección un reloj de bonitos colores que, una vez nacido el bebé, quedaría inamovible marcando "la hora mágica", las seis de aquella fría mañana de Diciembre. Le habla alegremente y juega con él desde que mamá lo cobijaba en su interior y tan sólo conocía su confortable calor. Ha cumplido diez años y todo está preparado para recibirlo: el nombre escogido, los cajones perfumados con un fresco olor a azahar, multitud de brillantes estrellitas y planetas adheridos en el techo para iluminar su sueño... La emoción la envolvió en silencio cuando fue a conocerlo."¡Por fin, mi hermano!" El parvulito, cuyos ojitos azules también se volvieron verdes, entra temprano por el patio del colegio y se dirige hacia su aula. En fila y sin perder el paso, busca la atenta mirada de su hermana, ahora adolescente, quien a través del cristal de la ventana de su clase y con disimulo, levanta la mano. Ambos se saludan en complicidad. A la hora de cruzar una carretera, siempre será ella quien se apresure a acompañarlo, así como de ayudarle a la mesa. Celebraron varios cumpleaños más; la semejanza de sus voces confunde a todos. Ella, de redondeadas caderas y largos cabellos, cuenta con numerosos amigos y actividades. Él forma parte de una simpática pandilla. Sus vidas, ahora, se van distanciando inevitablemente. Una soleada tarde el niño vuelve a casa del colegio por una tranquila calle. Su hermana, que se dirige a clase, camina deprisa por el mismo lugar en dirección opuesta. Ambos coinciden. No se veían desde la noche anterior. Se detienen un instante, el tiempo justo para saludarse, y continúan andando. La madre, que los observa desde arriba, en la terraza, comprendió en aquel momento que cada cual había comenzado a vivir su propia vida por caminos divergentes. 12:56 | Toñi Flamil | 2 Comentarios | #
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