La Cocinera Políglota
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LA PESETA DE CASILDA (fuck you!)



La tragicómica historia de una anciana meona.

Casilda era una adorable señora sexagenaria, muy querida por sus familiares, sus vecinos, las cajeras de los supermercados donde solía acudir y de todos cuantos la trataban. Obesa y de voz aniñada, poseía una sonrisa perenne. Acostumbraba a vestir de color blanco, rosa o celeste. Usaba un fuerte perfume, ciertamente desagradable, que en realidad utilizaba para enmascarar el "tufillo" provocado por las frecuentes pérdidas de orina que padecía, aunque para ser francos, no se sabe cuál de los dos olores resultaba más molesto.

El pasado viernes por la tarde fue a visitar a su hija Mari-Casi (quien había heredado el bello nombre de su madre, para perpetuar la tradición familiar). Tanto ella como sus dos hijos la esperaban entusiasmados. Besó a los tres.

- ¡Abuela, abuelita! ¿Qué nos has traído?, dijo Lorenzo, el mayor de sus nietos, un aplicado chaval de doce años.
- Esto es para que juguéis los dos los fines de semana, respondió Casilda entregándole un juego para la Wii.
- ¡Qué chulo! ¡Gracias, abuela! añadió Pepe Luis, el pequeño.
Los dos niños se pusieron a cantar a dúo con energía:
-¡La abuela Casilda es fabulosa, como la abuela no hay ninguna!
- Mamá, hemos preparado tu tarta favorita, de manzana, dijo la hija mientras se la mostraba y la colocaba sobre la mesa.
Sirvieron chocolate caliente a la taza para los niños y café con leche para ambas mujeres. Notó la señora una mano en su espalda y fue a acariciarla creyendo que se trataba de uno de sus nietos.

- ¡¡Dame la pasta o te rajo, vieja!!, oyó decir tras ella mientras la amenazaban con un cuchillo jamonero en su cuello.
El caso es que un joven delincuente la siguió desde la Administración de Lotería donde había cobrado un décimo premiado en el sorteo del "Niño". Entró a la casa a través de la ventana del patio, ya que se trataba de una planta baja.

En una extraña reacción provocada por la repentina sobrecarga de adrenalina, Casilda mojó el billete de 500 euros en su café todavía humeante, como si fuese un bizcocho, y lo engulló. En el forcejeo, cayó de espaldas al suelo con la silla incluida, mientras musitaba: "jódete, canalla", y le dedicó a su agresor una auténtica catarata en forma de meada, igual que las mofetas, al verse amenazadas, rocían a sus enemigos con un fétido líquido producido por sus glándulas anales. El ladrón, enfurecido, intentó en vano extraer por la fuerza el billete morado de la boca de la víctima, pero huyó despavorido dando arcadas ante el hedor que aquel charco emanaba.

La caída resultó mortal. Al llegar el juez a la luctuosa vivienda para el levantamiento del cadáver, que ya se encontraba en "rigor mortis", éste comentó asombrado:
- En mis treinta años de profesión, nunca había visto nada parecido.
La oronda difunta estaba haciendo un corte de manga y también la peseta, es decir, su dedo corazón extendido y los demás recogidos. Sus piernas en alto dejaban ver unas holgadas bragas de algodón de color rosa, decoradas con encajes que ella misma había cosido primorosamente alrededor de las ingles.

Sobre el codiciado billete nada más se supo.

16:09 | Toñi Flamil | 2 Comentarios | #

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Comentarios

1
De: La cocinera Fecha: 2008-01-21 16:20

Es la primera vez que "mato" a uno de mis personajes.
¡Perdóname, Casilda! :-(



2
De: maruja de pro Fecha: 2008-01-21 22:56

Juasssssssss....que cosas, que cosas, como me he reído.
Gracias



		
 
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