Una tierna historia real de complicidad entre un abuelo y su nieto menor.

El abuelo le regala cada domingo a su nieto varias monedas de uno o de dos euros, de las que guarda celosamente para tal fin. El niño, al llegar a su casa, las deposita en un pequeño cofre de madera, de estilo pirata. Al cabo del tiempo, cuando dicha caja está casi completa, se ponen los dos de acuerdo: el chico le da un montón de monedas, y el abuelo le devuelve el mismo importe en billetes de diez o de veinte €. El abuelo se alegra y le agradece enormemente esta entrega, ya que así tiene asegurada la paga que le volverá a dar durante al menos un mes más. (No sabemos quién es más niño de los dos en esos momentos).

Después, el crío le da a su madre, en quien deposita toda su confianza, el encargo de ingresar sus ahorros en la cuenta que su abuelo le abrió nada más nacer, al igual que hiciera anteriormente con sus nietos mayores. Y así, poco a poco, mes tras mes, van aumentando dichos ahorrillos, pues sus gastos resultan ser casi nulos, ya que se limitan a invitar de vez en cuando a sus amigos al cine o algo similar, pues generosidad no le falta.

"¡Estoy forrado de dinero!", exclama el niño con gracia innata al ver el saldo actualizado.

La carcajada de felicidad del abuelo al oír tal afirmación resulta ser indescriptible con palabras.