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Relatos y comentarios sobre lo que acontece en la vida de esta bitacorera. | ![]() |
REFLEXIONES EN MI GIMNASIO
Sucesión de pensamientos y sensaciones vividos una soleada mañana de domingo. Me levanto temprano, frío un plato de churros que coloco sobre un papel secante para que absorba el exceso de aceite. Al mismo tiempo, preparo un humeante café con leche semi amargo que me tomo con varios de los churros. El resto de ellos los reservo para mis queridos "bellos durmientes" (esposo e hijos). Menos mal que no hago como Hillary Clinton cuando visitó España siendo primera dama de los Estados Unidos y le sirvieron churros para desayunar: los mojaba en la taza de chocolate, se los llevaba a la boca, los chupaba, repetía la operación y volvía a chuparlos. Por favor doña Hillary, ¡un poco de compostura! Cada cosa en su momento, ¿no cree usted? Preparo salmorejo con ingredientes de primera calidad: tomates maduros, aceite virgen, un ajo, varios molletes de pan... Una vez elaborado lo dejo en el frigorífico para que se vaya enfriando y tomando consistencia. Lo coloco junto al huevo que he cocido, para que vayan conociéndose y tomando confianza. Al fin y al cabo acabarán en el mismo plato, con los taquitos de jamón y las patatas recién fritas. Pongo la lavadora en marcha y cuando son las doce, una hora menos en la Islas Canarias, me dirijo presta al polideportivo donde asisto últimamente. Al entrar en la sala de musculación me sorprende comprobar que, por primera vez, hoy se encuentra vacía. Una preciosa canción del grupo mejicano Maná rompe el silencio existente. Hoy no juegan partido de baloncesto en la pista contigua, por lo que la ausencia del sonido del silbato y de los propios jugadores a lo lejos es notoria. Tampoco se escucha el griterío de los chiquillos entusiasmados practicando múltiples juegos y deportes en las salas cercanas. Igualmente brillan hoy por su ausencia los espectadores "furtivos" que esporádicamente se dejan ver por la planta superior, con sonrisa tontuna y expresión algo alelada, como quien se ha colado a presenciar un espectáculo en directo sin pagar la entrada correspondiente. Suelen ser éstos los padres de los niños que en esos momentos se encuentran realizando alguna actividad, y que de esta forma van matando el tiempo que dura la clase. Hoy no escucho los descomunales alaridos y gemidos de algunos compañeros, provocados por el tremendo esfuerzo realizado al levantar enormes barras y pesas, que bien podrían confundirse con los de un parto natural complicado o con los del clímax alcanzado en un salvaje coito. Me preocupa verlos con la cara roja, los ojos desencajados y las venas del rostro a punto de estallarles. Probablemente, si coincide que alguno lleva el vientre suelto, llegaría incluso a manchar su ropa interior. Yo, por si acaso no miro a tan comprometida zona, y continúo pedaleando varios kilómetros sobre mi bicicleta estática, la vista baja. Tampoco está el joven gitano de preciosa melena negra, que realiza ejercicios para fortalecer sus glúteos, porque dice que una gitanita le ha dicho que tiene poco culo. ¡Pues ánimo, muchacho, que quien la sigue la consigue! Con tesón y constancia llegarás a tenerlos duros como dos piedras (los glúteos, claro está). Tampoco se encuentra hoy allí la pija de lánguida mirada ausente, pendientes de perlas y los auriculares del MP3 en sus pabellones auditivos. Dicho sea de paso, yo cuando salgo no llevo auriculares. Me encuentro sobradamente entretenida con la que veo, oigo, intuyo e imagino. Los demás días también coincido con "el calvo", que estoy casi convencida que es el protagonista del spot publicitario televisivo de la Lotería Nacional de años anteriores. Se lo preguntaré cuando pasen unos días y tenga más confianza con él. Tampoco están hoy los compañeros que, satisfechos y de forma algo narcisista, observan ante el amplio espejo de la sala sus voluminosos biceps, comparables a los de Popeye después de un atracón de espinacas. Ni "el ruiseñor", que silba con un magnífico oído musical las canciones que amenizan nuestras diversas actividades. Ni los aprendices de atletas olímpicos, sucedáneos del Mono Amedio y de la Mona Chita, quienes se cuelgan de las barras fijas con sus manos y de esta forma suben y bajan su cuerpo. Vamos, algo admirable teniendo en cuenta que se trata de personas y no de simios en su hábitat natural. La garganta se me reseca por el esfuerzo realizado y siento sed. Saco de mi mochila una botella de bebida isotónica, cuya conocida marca comercial no mencionaré porque no llevo comisión, y bebo. De vuelta a casa, compro para el almuerzo una telera de pan recién salida del horno. La pido "tostadita", y resulta que la dependienta que me la entrega es mulata. Sonrío. ¡Bueno, así verá que no soy xenófoba con el pan ni con las personas! He generado endorfinas, me encuentro bien. ¡Voy a tender la ropa al sol. FIN
Categorías: Real como la vida misma. 16:44 | Toñi Flamil | 3 Comentarios | #
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