No con un ave, sino con un esputo.

Supongamos que vamos conduciendo de día por ciudad, con los últimos rescoldos de un catarro, tan frecuentes en estas frías jornadas. Hemos llevado a cabo el consejo de los entendidos en la materia que nos decían: "Bebe mucho líquido, que te ayudará a expectorar". Claro, y así pasa lo que pasa.

De repente, un golpe de tos que apenas dura un segundo, invade nuestra cavidad bucal con un inmenso gapo del tamaño de medio Alien. El tráfico es intenso en esos momentos, y excepcionalmente encontramos todos los semáforos en verde, por lo que no es fácil coger un pañuelo de papel de la guantera donde depositar "la reliquia".

¿Cómo debemos actuar ante tal situación?

Primera opción: ¿Ponemos la boquita de piñón, apretamos los labios, y lo aguantamos dentro de la misma hasta llegar a nuestro destino?

Segunda opción: ¿Lo expulsamos (queda feo decir escupir) a través de la ventanilla, con la consiguiente posibilidad de que impacte sobre un motorista a modo de meteorito, o inclusive sobre nosotros mismos de rebote?

Tercera opción: ¿Nos lo tragamos? (¡¡Qué asco!!).

Ya el colmo sería que nos detuvieran para hacernos un control de alcoholemia, y tuviéramos que soplar con eso ...

28 de Diciembre de 2008, día de los Santos Inocentes.