Un hecho real sobre una amistad que perduró aún después de la muerte.

Nati era la mejor amiga de Gloria. Discreta, noble y cariñosa, siempre le fluía una fácil sonrisa a sus labios que hacía sentirse bien a quien se encontrara cerca de ella. Aunque disfrutó de una posición acomodada durante su infancia, en la edad adulta disponía de escasos recursos económicos.

Nati enfermó repentinamente. En muy poco tiempo, su salud se deterioró de tal forma que aquellos sonrientes labios fueron incapaces de articular una palabra de despedida hacia su madre o para su mejor amiga. Tampoco existió una expresión o gesto de queja por su parte. Así, con una callada resignación, aceptó su partida cuando sólo contaba cuarenta años.  

Transcurrieron varios meses desde su fallecimiento. Gloria iba caminando una mañana por el barrio de ambas, donde todos los vecinos y comerciantes se conocían y tenían buen trato. Pasó por una pequeña joyería, y la dueña le dijo:

"Gloria, debo decirte algo. Tu amiga Nati había apartado este colgante de oro para regalártelo. Iba entregando dinero poco a poco, según podía. Tenía pagada la mayor parte cuando por desgracia murió".

La emotiva sorpresa la impactó. De inmediato Gloria pagó el último plazo de su regalo que se colocó en el cuello, y aún hoy, varias décadas después, lo sigue llevando puesto como muestra de una amistad imperecedera.