Ayer por la tarde cayó en Córdoba una repentina y fuerte granizada seguida de una tromba de agua que sorprendió desprevenidos a la mayoría de los transeúntes, que se resguardaron donde pudieron, como es el caso de estos ancianos de la foto que se atrincheraron en un kiosco de golosinas y bajo su insignificante tejado aguantaron el chaparrón como pudieron.

Y a propósito de lluvias inoportunas les narro la siguiente historia real que sucedía muchas décadas atrás. (No vayan a pensar que era en la época de Star  Wars, pues tenía lugar durante el siglo veinte).

Micaela, al igual que el resto de sus vecinas, tenía que ir a lavar la ropa a un lavadero público situado en una huerta cercana, ya que en su casa no disponía de agua corriente y menos aún de lavadora automática. Amontonaba un buen lote de ropa, como sábanas, camisas, etcétera, y cuando todo estaba lavado a mano y secado al sol, regresaba a su hogar.

Algunos días esta mujer le preguntaba a Juan, su esposo, acerca del tiempo.

Micaela - ¿Hoy hará buen tiempo?

Él,  experto en predecir las lluvias y tras otear el horizonte detenidamente, respondía a veces:

Juan - Hoy lloverá.

Entonces ella, que lo tenía todo preparado para irse el día entero a hacer la colada, y como si él fuese el responsable de las tormentas, borrascas o aguaceros que se aproximaban, le increpaba:

Micaela - Pero hombre, ¡si hoy voy a lavar!

A lo que él, con toda la naturalidad del mundo y sin entrar en polémica, respondía:

Juan - Pues entonces, sol y avispas.

Considero ejemplar la reacción de este marido en el arte para no discutir. ¿No creen?