Un hecho “impactante” verídico cien por cien.

¡Trac, trac, trac! Tres golpes seguidos en la nuca que se arrea un tocayo mío cada noche, contra el cabecero de la cama antes de dormir. Así, porque sí, porque quiere, porque dice que le sirve de somnífero y que duerme mejor. Y yo añado, ¡claro, grogui que se quedará!

Su mujer se aterra cada vez que oye el primer impacto de la serie, porque sabe que a continuación vienen dos más, es decir, veintiún golpes semanales, que son muchos en mi opinión. Al cabo del año… calculen ustedes mismos. Y los años bisiestos, tres más de propina.

Ignoro, porque nunca he presenciado tan extraño ritual en la alcoba matrimonial de esta pareja, si los tres porrazos poseen la misma intensidad o si, como sospecho, el último es más débil, porque posiblemente para entonces él haya perdido la conciencia. Otra duda que tengo es si fruncirá el ceño para aguantar el tirón o si tal vez  reflejará su rostro alguna sensación placentera durante el trance. Tampoco sé si esta práctica crea adicción.

Pues lo dicho, ni técnicas complicadas de relajación, ni Dormidina, ni Orfidal, ni nada. Tres buenos golpes seguidos cada noche en el coco, ¡y a dormir como en angelito, que mañana será otro día! Si sobrevive, claro.

Si algún lector experimenta esta práctica en sus propias carnes, digo en su propia cabeza, le agradecería que contase aquí su experiencia.

PD. Tengo la tentación de probarlo un día, a ver si espanto para siempre a mis compañeras las migrañas.