Éste es mi pequeño homenaje al grandioso poeta Miguel Hernández, en el centenario de su nacimiento. Se lo dedico de la única forma que sé: con unas sentidas palabras.

¡QUE VUELEN PALOMAS BLANCAS!

¿Ves Miguel que aún te recordamos?

Hemos engalanado nuestros mejores balcones con tu poesía.

Tus grandes ojos azules aún brillan entre nosotros.

Nos embriagamos al leer tu rima de aquel joven de pueblo,  

cargada de ternura, sencillez e ilusiones,

que hecha música deleita nuestros oídos.

¡Ay Miguel, qué pronto nos dejaste!

¡Qué temprano te obligaron a partir!

Tu boca se quedó muda,

tu mirada se extenuó,

tu pluma ya nada escribe.

¡Que vuelen palomas blancas!

¡Palomas blancas por ti!

Desplieguen sus puras alas

y te vuelvan a traer

con nosotros un ratito.

Y podamos disfrutar

de tu risa, nuevos versos,

la ilusión del porvenir,

y olvidemos para siempre

aquel, tu trágico fin.

Tu esposa morena te aguarda impaciente.

Josefina, ese rayo fecundo y fuerte

que incesantemente espera y desespera.

¡Cuánto sufrimiento inútil!

Enfermedad, esperanza vacía, oscuridad,

pena, ausencia, llanto, luto, soledad, vacío al fin.

¡Ay Miguel, qué pronto nos dejaste!

¡Qué temprano te obligaron a partir!

Tu boca se quedó muda,

tu mirada se extenuó,

tu pluma ya nada escribe.

¡Que vuelen palomas blancas!

¡Palomas blancas por ti!

Desplieguen sus puras alas

y te vuelvan a traer

con nosotros un ratito.

Y podamos disfrutar

de tu risa, nuevos versos,

la ilusión del porvenir,

y olvidemos para siempre

aquel, tu trágico fin.

Mil gracias por el bellísimo legado que nos dejaste y que atesoramos con anhelo.

Toñi Flamil. Córdoba,  Junio 2010