Una recién casada, poco experimentada en el arte culinario, quiso sorprender a su flamante marido en la elaboración del primer almuerzo, que preparó con especial esmero. El plato elegido fue un cocido andaluz.

Ella, inexperta como he dicho, había oído decir repetidamente: “Al cocido, cuantas más cosas se le echen, más rico sale”. Y no tuvo más que añadirle ¡sardinas!, además de los ingredientes habituales y apropiados, como son los garbanzos, la carne, el tocino, etcétera.

Ignoro si la feliz pareja fue capaz de engullir tan extravagante combinación (si lo consiguieron, sería por aquel dicho de que el amor es ciego), si ella fue repudiada por tan desafortunado estreno en los fogones, o si al final resultó que el plato tuvo efectos afrodisíacos. A saber si incluso obtuvo una estrella Michelin como reconocimiento a tan singular innovación, pues yo, por mi parte, ya no me extraño de nada.

PD. Esta metedura de pata es una anécdota real (rica en Omega 3, en este caso). ¿Os animáis a prepararlo?