Hasta mis manos ha llegado, a modo de reliquia, la cereza que aparece en la fotografía. Se trata de una cereza tersa y brillante, con una peculiaridad que bien podría definirla como cereza clasificada X.

Yo estoy acostumbrada a las de forma redondeada, pero a ver, ese apéndice pendulón, ¿qué pinta ahí? ¿Qué os sugiere a vosotros? ¿Os la comeríais sin más, o qué haríais con ella? ¿Crionizarla para su conservación? ¿Envasarla al vacío? Yo por mi parte, me he limitado a mirarla. Ni tan siquiera me la he acercado a la boca, vaya a ser que por alguna reacción o efecto mecánico inesperado, se transforme y se convierta en “la cereza Pinocho”. En fin, será otro capricho más del azar y de la madre Naturaleza.

La entrega y recogida de este atípico fruto se ha efectuado  de manera precisa, coordinada y  sincronizada, en lugar y hora previamente determinados (como un intercambio de rehenes), y sin mediar palabra para no perder tiempo ni demorar la sesión fotográfica que tuvo lugar de inmediato. Me fue entregado en una caja vacía de bastoncillos de algodón, protegida y acolchada para cualquier posible impacto que pudiese sufrir durante el desplazamiento, cerrada y asegurada con cinta de pintor.   

Salvando las distancias, me recordó los pasos previos necesarios a un trasplante de órganos. Cuatro personas colaboramos en la citada “operación cereza”: quien la descubrió y detectó algo especial en ella, quien hizo la entrega de la misma, quien condujo el vehículo para su traslado, y por último, la que suscribe, que bajó la ventanilla del coche, y recogió ávidamente la bolsita con la citada caja. Todo ello con la ilusión de compartir con vosotros,  tal vez, una sonrisa al unísono.

Gracias Rebo, por tu donación  ;-)