A Mariela, a quien mucho quiero.

La suerte siempre llama dos veces. ¿O era el cartero? Da igual. Narro a continuación una anécdota verídica y a la vez singular.

Vicente es  ludópata. Está enganchado a las máquinas tragaperras. Su esposa, harta ya de ver despilfarrar el dinero, le ha hecho prometer firmemente que nunca más volverá a jugar. Él ha aceptado. Pero he aquí que una tarde, escuchó este hombre la tentadora musiquilla irresistible que insistentemente le invitaba a volver a jugar. Jugó, y en medio de una gran carga de tensión y adrenalina, consiguió el mayor premio que la máquina podía escupir. Y con él llegó el problema.

-Y ahora, ¿cómo le explico yo a mi mujer de dónde he conseguido tanto dinero?, pensaba preocupado.

- Bueno, de momento, voy a hacer la compra, que es lo que ella me ha mandado, y después ya veremos.

En la caja, a la hora de pagar, ve a la venta lotería de Navidad.

-¡Caso resuelto!, pensó. Compro varias papeletas, las guardo, y aquí no ha pasado nada.

Pero resulta que las estadísticas y las probabilidades a veces son caprichosas y nos sorprenden. La mañana del sorteo, los niños del Colegio de San Ildefonso, entre la multitud de bolas que contenían los bombos, cantaron ¡premio!

Y otra vez, vuelta a empezar. Inmerso en una mezcla de sorpresa, remordimiento y alegría, no sabía cómo explicarle a su mujer que la lotería la compró con el premio que había conseguido jugando de nuevo. Al fin, tras varios días, Vicente el ludópata se sinceró con su mujer y confesó los hechos.

PD. Sucedió en Córdoba, años atrás. La lotería fue vendida en el supermercado Deza.