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Relatos y comentarios sobre lo que acontece en la vida de esta bitacorera. | ![]() |
DOÑA ANGUSTIASExisten insólitas maneras de morir...
Doña Angustias actuó como madrina en la boda de su hijo mayor, en una ceremonia donde hacía gala el boato y la tradición. Todos los detalles habían sido minuciosamente cuidados, de forma que ningún imprevisto pudiera enturbiar tan brillante acto. Don Modesto, gran amigo de la familia, fue el sacerdote que se encargó de oficiar el enlace. La pedida de mano había tenido lugar varias semanas antes, en una cena al aire libre, en los lujosos jardines de la casa de la novia. Ignacio, el novio, recibió como regalo un valioso reloj, y María Inmaculada, la novia, una pulsera de oro. Las flores para ambos eventos fueron encargadas en la floristería Santos Mártires. Cuando la novia, ataviada con un clásico vestido blanco, modelo palabra de honor, dio el “sí quiero”, no pudo evitar que una lágrima resbalara por su mejilla, pues pensaba con gran emoción que, aquella noche, por fin, y tras una larga década de castidad y deseos contenidos, le diría a su prometido: -Nacho, amor mío, penétrame. Ya en la cena, los novios bailaron un vals en medio del salón donde tuvo lugar el ágape. En los postres, en medio del ambiente festivo que allí se respiraba, doña Angustias, luciendo un traje de diseño exclusivo color gris perla y mantilla española, tuvo la deferencia de acercarse a una de las mesas para preguntarle a los invitados si se encontraban a gusto y si todo les iba bien. A pesar de que era miope, no llevaba puestas sus habituales gafas, ya que pensaba que no resultarían fotogénicas para la ocasión. Además, ese día, deseaba lucir sus grandes ojos maquillados por una maquilladora profesional. Así que, tuvo la mala fortuna, de no percatarse de que había un escalón. Tropezó, abrió los brazos, simulando las alas de un avión, mientras intentaba en vano mantener el equilibrio. Dio tres pasos descompasados a ras de suelo, y cayó bajo los almidonados manteles. Fue entonces cuando se golpeó la cabeza con el pico de una mesa. Al levantarse, la mantilla había perdido su verticalidad, y ahora se encontraba sobre uno de sus hombros. Intentaba sujetar las esmeraldas que rodeaban su cuello y que habían empezado a rodar por el suelo. Quiso guardar la compostura y disimular la aparatosa caída. Aturdida y maltrecha, con un incipiente hilo de sangre que caía por una de sus sienes, preguntó: -¿Estáis bien, estáis bien, estáis bien? Su primo Isidoro, que al igual que el resto de los comensales había sido testigo del aparatoso aterrizaje, respondió de forma socarrona: -Ahora mismo estamos mejor que tú. Más tarde, cuando los contrayentes se encontraban partiendo la tarta nupcial, la madrina cayó fulminada al suelo. Entre los invitados, se encontraban algunos médicos que intentaron reanimarla. Fue inútil. Había fallecido. Don Modesto, el sacerdote, le dio el sacramento de la unción de enfermos. Tras el levantamiento del cadáver, fue trasladada al tanatorio. El traje de la ceremonia le sirvió de mortaja. La flamante esposa, compungida, y aún inmaculada, había cambiado su traje blanco por un enlutado y elegante vestido negro. El viaje de novios de luna de miel, con destino a Cancún, tuvo que ser cancelado. Se dirigieron a la floristería Santos Mártires, donde encargaron las coronas de flores para el funeral. Una nota necrológica aparecida en el periódico local, escrita por su amiga Sisa, decía así: “A doña Angustias Gómez-Losada Alburquerque: Gusti, descansa para siempre junto al todopoderoso y María Santísima. Tus amigas de pro vida no te olvidan”. 14:55 | Toñi Flamil | 4 Comentarios | #
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